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Del "oye, tú" al "che, vos": el día que el acento argentino se hizo dueño de Madrid

  /  Juan

MADRID.- Cuarenta y ocho horas de inesperada invasión y Madrid lo vive como una fiesta. La posibilidad de ver de cerca la famosa "pasión albiceleste" en el fútbol, con la confianza que los violentos quedarán fuera y la posibilidad de palpar ese sentimiento misterioso por el que miles de argentinos fueron capaces de empeñar hasta lo que no tienen por estar acá.

"¿Ustedes están un poco locos, no?", escucha LA NACION en la sidrería El Tigre, una de las que tiene fama de figurar entre las más económicas en el centro de la ciudad y que, en la fría tarde del sábado desbordaba de camisetas con los colores de Boca, de River y también de la selección argentina. Esa que aquí se llama la "albiceleste", un término que, en materia de fútbol y de más que eso, engloba tanto cariño como admiración y respeto.

"No entiendo cómo con la economía que tienen se han venido hasta aquí", insisten del otro lado de la barra y, también, a los costados, donde los clientes españoles intentan ganar un lugar. La noticia de la mala economía en nuestro país es moneda corriente por este lado del océano. Pero la respuesta no se hace esperar.

"¿Qué cómo pudimos venir? Bueno. pagando en cuotas. Estoy endeudado para los doce meses del año que viene", comenta Hernán del Valle, que está allí con sus dos hijos, Matías y Nahuel, felices como dos cartas del dos de oro. La final de la Copa Libertadores los espera a la vuelta de la esquina.

Madrid, invadida

Madrid se volcó con la súbita y bulliciosa "invasión argentina" y le hizo sitio pese a que la ciudad ya desbordaba con el fin de semana largo. El fin de semana de "puente", el último antes de Navidad que, tradicionalmente, se aprovecha para hacer compras y visitar "mercadillos" con productos a bajo costo. Todo eso sumó, como nota extravagante, la ruidosa presencia de los nacionales. Imposible no verlos, no sentirlos, no escucharlos: nunca en tan poco tiempo llegaron tantos.

Atrapada por el fenómeno, la prensa española se lanzó a la caza de argentinos para entrevistarlos. La Plaza Mayor, la Puerta del Sol y los alrededores del estadio Santiago Bernabéu se convirtieron en súbitos escenarios de televisión, con cámaras y luces frente a las que los compatriotas eran figuras estelares.

"¿Cómo explicas la pasión argentina por el fútbol?", preguntaban. "No tiene explicación. Es irracional", respondían unos y otros. "¿Cómo describirías ese sentimiento?", insistían los colegas peninsulares. "Es así, es locura, es inevitable". Y la ronda seguía.

Lazos de sangre (ya se sabe, no hay colectividad argentina en el exterior más grande que la española) cariño puro o reconocimiento por lo que el fútbol argentino dio al español -Messi, Maradona, Di Stéfano, Simeone, Valdano...- la emoción con la que aquí se observa lo "albiceleste" es de respeto. Y de curiosidad. Curiosidad infinita.

Del otro lado, del nuestro, ayer se palpaba lo mismo. Para muchos de los que llegaron era su primera vez en Madrid y aprovecharon el día para recorrerla. Maravillados, veían la ciudad limpia, cuidada, ordenada, segura. Llena de luces por la Navidad. "Es una belleza", decían.

Del lado español, en cambio, la curiosidad festiva era la argentinidad misma. "Yo quisiera coger bien el español argentino. que es que no lo entiendo", dijo uno, cometiendo -sin darse cuenta- su primer error garrafal para la jerga rioplatense. Términos como " chabón, joya, re-copado (y su variante, súper copado) pibe, posta, zarpado", y su misterioso significado para los hispanohablantes locales, fueron motivo de más de una broma en la ciudad que vivía la fiesta.

Una Madrid que ya no sabia qué hacer para que los visitantes se sintieran en casa. Incluido el "ploteo" de los rostros de la selección española con los de jugadores argentinos hasta los saludos que se recogen al azar, en la vía publica. "Yo no sé si son del River o del Boca, pero mucha suerte mañana", decían los locales.

Saben que para los argentinos es importante. Tanto como para cometer la locura de lanzarse en dos días a Madrid, con el deseo de que sea fiesta y no otra cosa.

Un día de convivencia con esa locura albiceleste que los desvela a preguntas y a la que, por estas horas, ven un poco más de cerca.

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